Colombia.- Más de treinta mujeres cayeron en la trampa de una falsa funcionaria colombiana que les prometió una jugosa compensación en dinero a cambio de su cabellera. Ahora, sin pelo y sin dinero, piden que a la estafadora le caiga el peso de la ley.
Aprovechándose de las necesidades económicas de amas de casa, madres cabeza de familia, embarazadas y empleadas, una mujer estafó a 31 mujeres de Andalucía, Valle del Cauca, Colombia, con la promesa de entregarles una buena suma de dinero a cambio de su pelo.
La autora del embuste es Ingrid Yuliana Ruiz Garcés, quien se presentaba como una supuesta funcionaria de la Dian y que convenció a decenas de mujeres de vender su cabellera por aproximadamente 9.000 dólares (cada una) a una empresa de pelucas y extensiones en Estados Unidos llamada supuestamente Kate Jones. Ruiz Garcés se hacía pasar como la intermediaria de esa transacción.
Motivadas con la aparente rentabilidad del negocio, en especial en un momento en que el dólar rondaba los 5.000 pesos colombianos y el pago por su cabello estaría sobre los 45 millones, decidieron raparse totalmente.
Las 30 mujeres acudieron a una peluquería de un reconocido estilista del municipio vallecaucano para que les afeitaran la cabeza y quedaron totalmente calvas.
Luego del corte radical de pelo, las mujeres rapadas recibieron de Ruiz un supuesto comprobante que reflejaba el pago efectuado desde Estados Unidos y su palabra de que, a través de Western Union, les llegaría el dinero a Colombia en un término de 15 días hábiles, los cuales se cumplieron sin los dólares a la vista.
Mientras las mujeres calvas esperaban ilusionadas la transferencia de dinero, Ruiz Garcés quiso desentenderse del negocio, les dijo que tenía que atender asuntos familiares y que, si querían el dinero acordado, debían acudir directamente a la empresa Kate Jones. Es decir, el acuerdo se desvaneció y ya no había quién respondiera.
Lina Toro, una ama de casa que cayó en la estafa, le dijo a un medio local que Ingrid Yuliana Ruiz, al ver el descontento de las estafadas, resolvió devolver el pelo que ya había sido motilado. Sin embargo, lo devolvió con modificaciones, es decir, ya había sido cortado nuevamente. Por esa razón, dice Toro, ya ni siquiera sirve para donarlo a niños con cáncer o coser pelucas que puedan alivianar el daño a las más 30 mujeres que se raparon en Andalucía.
Toro, que tenía el cabello hasta debajo de la cadera, denuncia que varias de las mujeres entraron en depresión. Incluso se habla de un intento de suicidio. Además, han sido víctimas de señalamientos y burlas por parte de la comunidad.
Redacción: Revista Cambio.