Una de las grandes incógnitas de quienes estudiamos los fenómenos electorales es cuál es el determinante del voto. Es decir, ¿qué hace que una persona elija una preferencia política sobre otra? ¿Son las propuestas? ¿Son los debates? ¿Son las redes sociales? ¿Es el trabajo territorial? ¿Es la capacidad de conectar emocionalmente con la ciudadanía?
En lo particular, considero que, para comprender qué pasó este 22 de octubre en las urnas, hay que optar por el último interrogante, poniendo de relieve la capacidad de desarrollar una campaña que baile al ritmo que interesa a la ciudadanía.
Discursivamente, Sergio Massa logró instalar el miedo sobre lo que podría resultar un eventual gobierno de Javier Milei: violencia, motosierra, antidemocrático, recortes de derechos, entre otros.
Por su parte, Javier Milei continuó insistiendo sobre el enojo con el sistema, a la luz de construir esperanzas sobre que un futuro mejor es posible: sin casta, sin privilegios, sin coartar libertades individuales. El domingo, el miedo venció al enojo.
Ahora bien, veamos algunos datos relevantes para comprender el fenómeno:
La participación electoral entre las PASO y las generales aumentó incluso más allá de los registros históricos: un 7,21% más de la población fue a votar, cerca de 3 millones de votantes.
Sin embargo, un 77,65% refleja la segunda participación electoral más baja desde el retorno democrático.
Sergio Massa, uno de los grandes "ganadores" de la elección de ayer, aumentó en más de 4 millones la cantidad de votos, lo que significa que aumentó un 9,4%.
Es decir, no solo logró consolidar los 1.390.000 votos de Grabois, sino que además creció por fuera de la alianza.
Juan Schiaretti es el segundo gran ganador de la contienda. Logró aumentar en más de 1.200.000 votos su caudal electoral entre las PASO y las generales. ¿Será parte del efecto debate? Recordemos que estas instancias sirven a los fines de aumentar el conocimiento de la población sobre los candidatos menos mediáticos.
Patricia Bullrich, la candidata más golpeada. Con una campaña altamente desordenada y fuera de timing, su desafío fue consolidar, al menos, los votos que sacó Horacio Rodríguez Larreta. Sin embargo, estos votos migraron hacia otras alternativas.
Sin los datos definitivos y con el escrutinio aún no finalizado, se especula con que Juntos por el Cambio perdió alrededor de medio millón de votos.
¿Y qué pasó con Milei? Como era de esperar, el candidato no perdió votos y consolidó lo obtenido en las PASO. Sin embargo, su crecimiento fue marcadamente menor que el de otros candidatos.
Por lo pronto y con los resultados de las PASO en la mano, era preferible no perder voto propio para obtener el ticket a la segunda vuelta.
A partir de ahora, se configura otro escenario también basado en una diferenciación entre candidatos. Solo que esta vez, una buena porción de la sociedad va a asistir a elegir el menos peor. Hay acuerdo generalizado en torno a que la situación no da para más.
Sin embargo, algunas personas optan por el malo conocido y no por lo incierto.
¿Será que quien se quemó con leche una vez en 2015 no quiere apostar a otro cambio sin estar seguro sobre el camino a recorrer? ¿Estaremos asistiendo al techo de los votantes de La Libertad Avanza? La gran apuesta ahora es moverse del lugar de confort de ambos candidatos para animarse a buscar aquellos electores cuyas opciones quedaron fuera del ballotage.
¿Qué rol jugará el miedo en esta segunda vuelta? ¿Podrá Milei tomar esa emoción como puntapié y conquistar, mediante argumentos racionales y emocionales, para pescar en pecera no propia?